miércoles, 5 de noviembre de 2014

ESTRATEGIAS PARA SUPERAR EL DUELO POR LA PÉRDIDA DE UN FAMILIAR



ESTRATEGIAS PARA SUPERAR EL DUELO POR LA PÉRDIDA DE UN FAMILIAR

En este apartado nos encargaremos de presentar algunas estrategias para superar el duelo por la pérdida de un ser querido. 

¿Qué es el duelo? El  duelo es una respuesta normal y natural ante una pérdida o separación. Quizás, no sería natural la ausencia de respuesta. La pérdida de un ser querido es algo que «no escogemos» y que nos convierte en «víctimas», en supervivientes involuntarios de enfermedades, tragedias y desgracias que sin duda habríamos evitado si hubiéramos podido hacerlo.

Para poder comprender la pérdida, es necesario: Reconocer su omnipresencia en la vida humana, entender y percibir que perdemos algo con cada paso que avanzamos en la vida y que todo  cambio implica una pérdida, del mismo modo que cualquier pérdida es imposible sin cambio.

El duelo se puede manifestar de las siguientes formas:
-          Sentimientos: tristeza, soledad, añoranza, ira, impotencia, shock,  culpabilidad, autorreproche.
-          Sensaciones físicas: estómago vacío, tirantez en el tórax o garganta, hipersensibilidad a los ruidos, dolor de cabeza, sentido de despersonalización, sensación de ahogo, boca seca.
-          Cogniciones o pensamientos: incredulidad, distracción, imágenes y pensamientos repetitivos, confusión, preocupación, sensación de presencia del fallecido, búsqueda de sentido, alucinaciones visuales y auditivas.
-          Comportamientos o conductas: sueño con el fallecido (su muerte o regreso), trastornos del apetito por defecto o por exceso, suspiros, conductas temerarias, aislamiento, hiperactividad, llanto, evitar o frecuentar las situaciones relacionadas con el fallecido.

¿Durante cuánto tiempo es normal lamentar la pérdida de un ser querido?: No existe un tiempo preciso para elaborar el duelo, muchos autores nos hablan de aproximadamente 2 o 3 años para la elaboración del mismo. Sin embargo, es posible que décadas después del fallecimiento del ser querido lo recordemos con sentimientos de añoranza y tristeza.
Durante los primeros días del fallecimiento, nos debatimos entre la toma de conciencia de la pérdida y la negación de la misma, pero algo que alivia el sufrimiento es el apoyo social que encontramos en nuestros amigos y familiares, sobre todo durante los rituales pertinentes al duelo. Posteriormente, es posible una caída, en donde los sentimientos de desorientación y tristeza nos invadan profundamente, ello cursa con la retirada paulatina del apoyo social percibido, ya que las personas que nos acompañan deben continuar con sus vidas. En este momento es cuando muchos acuden a religiosos, médicos, terapeutas u otros profesionales para aliviar el dolor emocional.
De manera general, durante el primer año, el funcionamiento se ve afectado en las ocasiones que tienen un mayor significado simbólico (vacaciones, cumpleaños, aniversarios de la muerte). Y durante los 2 ó 3 años posteriores, inicia el proceso de asimilación de lecciones, ver el dolor con cierta perspectiva y dedicarnos a la vida con mayor plenitud, junto con la aparición periódica de «picos de duelo», años o incluso décadas después de la pérdida.

Teorías sobre el duelo: La teorías tradicionales, aquellas que nos hablan de etapas emocionales, de alguna manera perpetúan la victimización, ya que suelen presentar a las personas que sufren pérdidas como pasivos, empujados a una experiencia que deben superar, pero sobre la que tienen poco o ningún control. Y en cierto sentido tienen razón: no podemos «escoger» sin más no estar conmocionados, enfurecidos o deprimidos por la pérdida de un ser querido. En estas teorías, el factor tiempo es crucial: “El tiempo curará sus heridas”.
Pero existe una nueva perspectiva sobre el duelo, la constructivista, señalan autores como Thomas Attig, en donde se conceptualiza el duelo como un proceso lleno de elecciones y posibilidades: Seguir o evitar – aceptar o descartar, con la finalidad de volver a aprender como es el mundo, un mundo que ha transformado la pérdida para siempre. 

“Aunque la pérdida de un ser querido es un acontecimiento que no puede escogerse, la elaboración del duelo es un proceso activo de afrontamiento lleno de posibilidades.” THOMAS ATTIG

Los desafíos del duelo: William Worden y Therese Rando han definido una serie de “tareas” que los individuos deben realizar para asimilar y superar sus pérdidas. En lugar de hablar de tareas, es mejor hablar del conjunto de “desafíos” que la persona debe afrontar, haciéndolo de maneras diferentes en función de los recursos de los que dispone y de la naturaleza de la pérdida que ha sufrido. Es importante recordar que estas “tareas” no se realizan siguiendo ningún orden predeterminado y que no es necesario «darles fin» de manera definitiva. De este modo, las pérdidas significativas plantean una serie de desafíos continuados, a los que volvemos una y otra vez en etapas posteriores del viaje de la vida.

Entre los nuevos desafíos podemos mencionar:
1. Aceptar la realidad de la pérdida: Superar la negación, comprender que las alucinaciones son eso…, evitar la “momificación” o la “minimización de la pérdida”, llegar a la aceptación intelectual y emocional.
2. Dar expresión a los sentimientos. Reconocer y trabajar el dolor. Al principio puede ser insoportable y ponemos distancia. Identificar los matices de los sentimientos y poner orden en ellos, en momentos privados o en los de compartir. El dolor compartido es menor. Nombrar lo que se siente desahoga y recordar que los sentimientos no son morales. Sin embargo, si intentamos mitigar o evitar de manera continuada los sentimientos más estresantes que despierta la pérdida,  podemos retrasar o perpetuar nuestro duelo.
Es necesario alternar periódicamente la atención a los sentimientos de tristeza, desolación y ansiedad, la reflexión sobre el desaparecido y la revisión de los recuerdos que conservamos de él, con la reorientación a las tareas domésticas y laborales más prácticas, que no sólo son algo que tenemos que hacer, sino que también son una forma de descansar de la intensa angustia que acompaña a la elaboración activa del duelo.

3. Revisar nuestro mundo de significados. La experiencia de pérdida suele minar las creencias que habían sido hasta el momento los ladrillos que sustentaban nuestra filosofía de vida. Al enfrentarnos a un mundo que puede parecernos aleatorio, injusto, o incluso malévolo, podemos responder de diversas maneras.Por ejemplo, podemos culparnos constantemente por no haber evitado la pérdida, incluso aunque los demás no nos señalen como culpables de ella, pero puede ser más fácil aceptar la culpa que abandonar  la creencia de que tenemos el poder de controlar los aspectos más importantes de nuestras vidas. También, podemos conceptualizar la pérdida como “una llamada de atención”, ofreciendo nuestro apoyo a los demás y recordándonos en el proceso a nosotros mismos que no vivimos en un mundo completamente repleto de maldad.

4. Reconstruir la relación con lo que se ha perdido: La muerte transforma la relación en lugar de ponerle fin. Durante este desafío, nos encargamos de abrazar los recuerdos y convertir una relación basada en la presencia física en otra basada en la conexión simbólica. Nuestros vínculos son reafirmados, a través de “objetos de vinculación”, como el reloj favorito de nuestro ser querido, su canción, una camisa, etc. Podemos revisarlo en el futuro, cuando la “elaboración del duelo” requiera asumir una nueva perspectiva de la pérdida. 

5. Reinventarnos a nosotros mismos: En un sentido casi literal, una parte de  nosotros muere cada vez que perdemos a un ser querido. Al revisar la filosofía que orienta nuestra vida, también nos “revisionamos” a nosotros mismos, abriendo posibilidades que antes parecían cerradas, desarrollando habilidades de intereses que habían permanecido dormidas en nuestro interior o cultivando relaciones que habíamos abandonado o no habíamos explorado.

“Señor, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo
cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría
para poder diferenciarlas.”

REINHOLD NIEBUHR

Bibliografía:
-Neimeyer, R.A. (2002). Aprender de la pérdida: Una guía para afrontar el duelo. Barcelona: Paidós.
-Stroebe, M. S., W. Stroebe y R. O. Hansson (comps.) (1993), Handbook of bereavement, Cambridge, England, Cambridge University Press.
-Thomas Attig, Anticipatory mourning and the transition to loving in absence. In Clinical Dimensions  of Anticipatory Mourning: Theory and Practice in Working with the Dying, Their  Loved Ones, and Their Caregivers, ed. Therese Rando (Champaign, Illinois: Research Press, 2000: 115-133.
-Thomas, L.V. (1991) La muerte: Una lectura cultural (1ra. Ed.) Madrid: Editorial Paidos.

domingo, 9 de marzo de 2014

REVISTA SONRISAS
BREVE RESEÑA SOBRE EL SERVICIO DE PSICOONCOLOGÍA
ASOCIACIÓN VENEZOLANA DE PADRES DE NIÑOS CON CÁNCER
HOSPITAL J.M. DE LOS RÍOS
CARACAS-VENEZUELA

PSICOONCOLOGIA, TERAPIA DEL ALMA

Artículo publicado en  http://calidaddevida.com.ve


 La psicooncología es un campo interdisciplinar de la psicología y las ciencias biomédicas cuyo objetivo es la prevención, diagnóstico, evaluación, tratamiento, rehabilitación, cuidados paliativos y etiología del cáncer. También se ocupa de las mejoras en las habilidades de comunicación y de la interacción entre los profesionales de la salud, así como de la optimización de los recursos para promover servicios oncológicos eficaces y de calidad (1).
De esta manera la psicooncología es una disciplina que se ocupa de mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos, sus familiares y cuidadores, atendiendo tanto sus respuestas psicológicas, aspectos sociales y conductuales a lo largo de todo el proceso de enfermedad.
El diagnóstico e incertidumbre que conlleva la enfermedad oncológica trae consigo una serie de reacciones emocionales asociadas al duelo por pérdida de la salud. Por lo que el cáncer al inmiscuirse en nuestras vidas, hace tambalear todos nuestros pilares como lo son la identidad, el círculo familiar y de amigos, trabajo y/o escuela y nuestras creencias religiosas y vida espiritual.
Frecuentemente la primera reacción del paciente y de los familiares puede ser de dolor, ira, tristeza… e incluso negación de estas emociones. Durante el proceso de adaptación a esta nueva realidad podemos encontrar diferentes etapas, entre las cuales podemos mencionar:
La persona puede encontrarse bloqueada o perdida, con dificultades para asimilar el diagnóstico, ello también se traduce en frecuentes momentos de confusión e hipersensibilidad.
Asimismo, aparece la incredulidad o negación, que son sentimientos relacionados con la búsqueda de un porque, dicha respuesta puede dirigirse hacia sí mismos o hacia alguna persona.
El miedo es una respuesta ante lo desconocido y muchas veces paraliza, por lo que en lugar de que el paciente actúe en su propio beneficio, existe un incremento de la ansiedad.
Es posible que aparezca temor al rechazo, que es uno de los miedos más frecuentes y está relacionado con sentirse una carga o ser dependientes, esto último dificulta la comunicación y la expresión emocional e incrementa la tendencia al aislamiento.
Debemos recordar como señala Eric Cassell, en uno de los artículos más relevantes con respecto a la ética en el trabajo como profesionales de la salud que “los que sufren no son los cuerpos si no las personas” (2), por lo que la atención a los factores emocionales es fundamental y resulta en una dinámica de colaboración exitosa entre el paciente y los profesionales de la salud.
Bien decía Gregorio Marañón, famoso médico español, que el mejor instrumento del médico es la silla, y en el caso de la enfermedad oncológica el énfasis en esta frase debe materializarse aún más, ante la presencia de vulnerabilidad e invalidez.
El sufrimiento que está asociado a la amenaza de pérdida y no solo al malestar físico, sino también espiritual tiene que ser atendido. De esta manera tenemos que “el sufrimiento es una respuesta negativa inducida por el dolor pero también por el miedo, la ansiedad, el estrés, la pérdida de personas u objetos queridos y otros estados psicológicos” (3).
Existen necesidades psicosociales y espirituales que deben ser tomadas en cuenta durante todo el transcurso de la enfermedad. En primer lugar, existe la necesidad de una comunicación clara, veraz, tranquilizadora y personalizada. Asimismo, esta debe proveer sensación de control tanto para los familiares como al paciente, quien es el pilar fundamental durante el tratamiento.
La necesidad de mantener la esperanza es esencial, incluso para la adherencia al tratamiento, la cual durante todo el proceso va adquiriendo un nuevo sentido. En un inicio la esperanza se fija en la curación, pero cuando ya no hay cura, la esperanza es que la enfermedad avance lentamente. Cuando avanza, es minimizar el sufrimiento y si continua, la esperanza es morir en paz (4).
También observamos otras necesidades como la de ser reconocido como persona, de releer la vida y encontrarle un significado al momento actual. En este último caso, el paciente se pregunta acerca del sentido de la enfermedad en su vida y ante lo cual es importante mantener una actitud de acogida y empatía, comprendiendo la biografía de ese ser humano que tenemos delante de nosotros.
La única manera de satisfacer estas necesidades psicosociales y espirituales es a través del contacto humano, por lo que la intervención multidisciplinaria es fundamental. Así como prepararnos nosotros mismo, como profesionales de la salud para manejar nuestros duelos y poder estar allí de manera efectiva para el otro.
Bibliografía:
(1) Cruzado, J.A. Tratamiento psicológico en pacientes con cancer. 1era ed. Madrid: Síntesis; 2010
(2) Cassell, E. J. (1982) The nature of suffering and the goals of medicine, The New England Journal of Medicine, 306, pp. 639-645.
(3) Loeser J.D, Melzack R. Pain: An overview. Lancet 1999; 35: 1607-09.
(4) Ferrado M, Celis B. Saber la verdad, ayuda a morir. El País, 19 de junio de 2008; 34-5.