ESTRATEGIAS PARA SUPERAR
EL DUELO POR LA PÉRDIDA DE UN FAMILIAR
En este apartado nos
encargaremos de presentar algunas estrategias para superar el duelo por la
pérdida de un ser querido.
¿Qué es el duelo?
El duelo
es una respuesta normal y natural ante una pérdida o separación. Quizás, no
sería natural la ausencia de respuesta. La pérdida de un ser querido
es algo que «no escogemos» y que nos convierte en «víctimas», en supervivientes
involuntarios de enfermedades, tragedias y desgracias que sin duda habríamos
evitado si hubiéramos podido hacerlo.
Para poder comprender la
pérdida, es necesario: Reconocer su omnipresencia
en la vida humana, entender y percibir que perdemos algo con cada paso que
avanzamos en la vida y que todo cambio
implica una pérdida, del mismo modo que cualquier pérdida es imposible sin
cambio.
El duelo se
puede manifestar de las siguientes formas:
-
Sentimientos: tristeza, soledad, añoranza, ira,
impotencia, shock, culpabilidad,
autorreproche.
-
Sensaciones físicas: estómago vacío, tirantez en
el tórax o garganta, hipersensibilidad a los ruidos, dolor de cabeza, sentido
de despersonalización, sensación de ahogo, boca seca.
-
Cogniciones o pensamientos: incredulidad,
distracción, imágenes y pensamientos repetitivos, confusión, preocupación,
sensación de presencia del fallecido, búsqueda de sentido, alucinaciones
visuales y auditivas.
-
Comportamientos o
conductas: sueño con el fallecido (su
muerte o regreso), trastornos del apetito por defecto o por exceso, suspiros,
conductas temerarias, aislamiento, hiperactividad, llanto, evitar o frecuentar
las situaciones relacionadas con el fallecido.
¿Durante cuánto tiempo es
normal lamentar la pérdida de un ser querido?: No existe un
tiempo preciso para elaborar el duelo, muchos autores nos hablan de
aproximadamente 2 o 3 años para la elaboración del mismo. Sin embargo, es
posible que décadas después del fallecimiento del ser querido lo recordemos con
sentimientos de añoranza y tristeza.
Durante
los primeros días del fallecimiento, nos debatimos entre la toma de conciencia
de la pérdida y la negación de la misma, pero algo que alivia el sufrimiento es
el apoyo social que encontramos en nuestros amigos y familiares, sobre todo
durante los rituales pertinentes al duelo. Posteriormente, es posible una
caída, en donde los sentimientos de desorientación y tristeza nos invadan
profundamente, ello cursa con la retirada paulatina del apoyo social percibido,
ya que las personas que nos acompañan deben continuar con sus vidas. En este momento es cuando muchos acuden a religiosos, médicos, terapeutas u otros
profesionales para aliviar el dolor emocional.
De manera general, durante el primer año, el funcionamiento se ve
afectado en las ocasiones que tienen un mayor significado simbólico
(vacaciones, cumpleaños, aniversarios de la muerte). Y durante los 2 ó 3 años
posteriores, inicia el proceso de asimilación de lecciones, ver el dolor con cierta perspectiva y dedicarnos a la vida con mayor
plenitud, junto con la aparición periódica de «picos de duelo», años o incluso
décadas después de la pérdida.
Teorías sobre el duelo: La
teorías tradicionales, aquellas que nos hablan de etapas emocionales, de alguna manera perpetúan la victimización, ya que
suelen presentar a las personas que sufren pérdidas como pasivos, empujados a
una experiencia que deben superar, pero sobre la que tienen poco o ningún
control. Y en cierto sentido tienen razón: no podemos «escoger» sin más no
estar conmocionados, enfurecidos o deprimidos por la pérdida de un ser querido.
En estas teorías, el factor tiempo es crucial: “El tiempo curará sus heridas”.
Pero existe una nueva perspectiva sobre el duelo, la constructivista, señalan autores como Thomas
Attig, en donde se conceptualiza el duelo como un proceso lleno de elecciones y
posibilidades: Seguir o evitar – aceptar o descartar, con la finalidad de
volver a aprender como es el mundo, un mundo que ha transformado la pérdida
para siempre.
“Aunque la
pérdida de un ser querido es un acontecimiento que no puede escogerse, la
elaboración del duelo es un proceso activo de afrontamiento lleno de
posibilidades.” THOMAS ATTIG
Los desafíos del duelo: William Worden y Therese Rando han definido una serie de “tareas” que los
individuos deben realizar para asimilar y superar sus pérdidas. En lugar de
hablar de tareas, es mejor hablar del conjunto de “desafíos” que la persona
debe afrontar, haciéndolo de maneras diferentes en función de los recursos de
los que dispone y de la naturaleza de la pérdida que ha sufrido. Es importante
recordar que estas “tareas” no se realizan siguiendo ningún orden
predeterminado y que no es necesario «darles fin» de manera definitiva. De este
modo, las pérdidas significativas plantean una serie de desafíos continuados, a
los que volvemos una y otra vez en etapas posteriores del viaje de la vida.
Entre los nuevos desafíos podemos mencionar:
1. Aceptar la realidad de
la pérdida: Superar la negación, comprender que las
alucinaciones son eso…, evitar la “momificación” o la “minimización de la
pérdida”, llegar a la aceptación intelectual y emocional.
2. Dar expresión a los
sentimientos. Reconocer y trabajar el dolor. Al principio puede ser
insoportable y ponemos distancia. Identificar los matices de los sentimientos y
poner orden en ellos, en momentos privados o en los de compartir. El dolor
compartido es menor. Nombrar lo que se siente desahoga y recordar que los
sentimientos no son morales. Sin embargo, si intentamos mitigar o evitar de
manera continuada los sentimientos más estresantes que despierta la pérdida, podemos retrasar o perpetuar nuestro duelo.
Es necesario alternar
periódicamente la atención a los sentimientos de tristeza, desolación y
ansiedad, la reflexión sobre el desaparecido y la revisión de los recuerdos que
conservamos de él, con la reorientación a las tareas domésticas y laborales más
prácticas, que no sólo son algo que tenemos que hacer, sino que también son una
forma de descansar de la intensa angustia que acompaña a la elaboración activa
del duelo.
3. Revisar nuestro mundo de
significados. La experiencia de pérdida suele minar las creencias
que habían sido hasta el momento los ladrillos que sustentaban nuestra
filosofía de vida. Al enfrentarnos a un mundo que puede parecernos aleatorio,
injusto, o incluso malévolo, podemos responder de diversas maneras.Por ejemplo,
podemos culparnos constantemente por no haber evitado la pérdida, incluso aunque
los demás no nos señalen como culpables de ella, pero puede ser más fácil
aceptar la culpa que abandonar la creencia de que tenemos el poder de
controlar los aspectos más importantes de nuestras vidas. También, podemos
conceptualizar la pérdida como “una llamada de atención”, ofreciendo nuestro
apoyo a los demás y recordándonos en el proceso a nosotros mismos que no
vivimos en un mundo completamente repleto de maldad.
4. Reconstruir la
relación con lo que se ha perdido: La muerte
transforma la relación en lugar de ponerle fin. Durante este desafío, nos
encargamos de abrazar los recuerdos y convertir una relación basada en la
presencia física en otra basada en la conexión simbólica. Nuestros vínculos son
reafirmados, a través de “objetos de vinculación”, como el reloj favorito de
nuestro ser querido, su canción, una camisa, etc. Podemos revisarlo en el futuro,
cuando la “elaboración del duelo” requiera asumir una nueva perspectiva de la
pérdida.
5. Reinventarnos a
nosotros mismos: En un sentido casi literal,
una parte de nosotros muere cada vez que
perdemos a un ser querido. Al revisar la filosofía que orienta nuestra vida,
también nos “revisionamos” a nosotros mismos, abriendo posibilidades que antes parecían
cerradas, desarrollando habilidades de intereses que habían permanecido
dormidas en nuestro interior o cultivando relaciones que habíamos abandonado o
no habíamos explorado.
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cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría
para poder diferenciarlas.”
REINHOLD NIEBUHR
Bibliografía:
-Neimeyer,
R.A. (2002). Aprender de la pérdida: Una guía
para afrontar el duelo. Barcelona: Paidós.
-Stroebe, M. S., W. Stroebe y
R. O. Hansson (comps.) (1993), Handbook of
bereavement, Cambridge, England, Cambridge University Press.
-Thomas Attig, Anticipatory mourning and the
transition to loving in absence. In Clinical Dimensions of Anticipatory Mourning: Theory and Practice
in Working with the Dying, Their Loved
Ones, and Their Caregivers, ed. Therese Rando (Champaign,
Illinois: Research Press, 2000: 115-133.
-Thomas, L.V. (1991) La muerte: Una lectura
cultural (1ra. Ed.) Madrid: Editorial Paidos.
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