sábado, 23 de junio de 2012

SUPERAR UN TRAUMA

Superar un trauma


Clasificado en: Bitácora del día

Psicología Ante la vivencia de una experiencia traumática (como los accidentes, agresiones sexuales, secuestros, catástrofes naturales), es normal sentirse ansioso, triste y vulnerable. Esta es una reacción adaptativa que tiene como finalidad asimilar los acontecimientos. Con el tiempo estos síntomas comienzan a desvanecerse.



En ocasiones la experiencia es tan abrumadora, inesperada e incontrolable que golpea de manera intensa nuestra seguridad y autoconfianza dando lugar a intensas y crónicas reacciones de vulnerabilidad y temor hacia el entorno.



Aunque no se quiera y se hagan esfuerzos por evitarla, frente a estas situaciones es posible re-experimentar el acontecimiento vivido a través de imágenes, pensamientos y pesadillas que hacen referencia al suceso. También es posible que surjan problemas de atención y memoria, e incluso que se sienta raro: no ha tenido tiempo para aprender a manejar todas estas emociones.



Entre otros síntomas aparecen dificultades para concentrarse, irritabilidad o ira, insomnio, respuesta generalizada de sobresalto, aislamiento social, dificultades en las relaciones interpersonales, reducción del interés en actividades que anteriormente disfrutaba y conflictos familiares.



La evitación de todo aquello que nos recuerde de alguna manera el evento, es una reacción normal, ya que evitar estas situaciones alivia y nos hace sentir mejor, pero a largo plazo puede limitar nuestra vida y agravar el malestar.



Cuando los síntomas afectan nuestra vida en general, estamos ante la presencia del Estrés Postraumático, un trastorno que incluso puede aparecer tardíamente: entre el acontecimiento traumático y el inicio de los síntomas pueden pasar como mínimo seis meses.



Nadie nos ha enseñado cómo reaccionar frente a estos sucesos. A continuación mencionamos algunas sugerencias:



1.- Aceptar nuestras emociones y ser pacientes: Las reacciones y emociones difieren de persona a persona, trate de no juzgarse. Es importante darse tiempo para sanar y llorar las pérdidas, evite forzar y acelerar el proceso de recuperación.



2.- Buscar apoyo social: Trate de pasar más tiempo en compañía de otras personas que le muestren cariño y solidaridad, y con quienes pueda hablar de sus miedos.



3.- Aprenda técnicas de reducción del estrés: El descanso y la relajación le ayudarán a reencontrar el equilibrio necesario. Por ejemplo, técnicas como la respiración, relajación, meditación, escuchar música suave, visualizar un lugar placentero. También, programe tiempo para disfrutar una buena comida, un baño relajante o dar un agradable paseo.



4.- Realice actividades que le hagan sentir útil: Como la situación traumática deja una sensación de vulnerabilidad, es importante volver a retomar las fortalezas y habilidades. Brinde apoyo a alguien cercano que lo necesite, ofrezca su tiempo libre a alguna organización sin fines de lucro.



5.- No intente buscar explicaciones lógicas a lo ocurrido: Estos sucesos son llamados accidentes (mucho de ellos inesperados), por lo cual su ocurrencia es debido al azar y pueden ocurrirle a cualquiera. Evite la culpa.



6.- Trate de retomar su rutina: Intente organizar las actividades para los días próximos. De esta manera disminuye la energía que le presta a la situación traumática, incluso, trate de regularizar los horarios para comer y dormir.



7.- Programe pequeñas metas a corto plazo: Intente planificar sus logros en el día a día, preocuparse por el futuro aumentará su ansiedad. La mayoría de la gente aprende a superar estas situaciones.



Algunas personas pueden necesitar ayuda para elaborar estas situaciones. Solicitar asistencia a un profesional de la salud no supone tener menos habilidades, el apoyo de alguien especializado le ayudará a identificar sus recursos y fomentar un afrontamiento más efectivo y personalizado.



Lic. Liana Pérez

lunes, 30 de abril de 2012

Afrontar una enfermedad


El estrés aparece cuando una persona vive circunstancias difíciles que exceden sus recursos y que amenazan su bienestar, como en el caso de las enfermedades crónicas. El nivel de estrés que se experimenta va a depender de la evaluación que se realice de la situación, lo que involucra: la evaluación de la amenaza; y la evaluación de  lo que se puede hacer y si se cuenta con recursos para afrontar esas amenazas.
Las estrategias de afrontamiento, son esos recursos que ponemos en marcha ante una situación estresante, y pueden ser entendidas como las conductas que usamos para darle solución a los problemas, con el fin de reducir el estado de estrés y encontrar equilibrio.
El afrontamiento ante la pérdida de la salud, expone a la persona ante una situación amenazante, que genera cambios tanto a nivel psicológico, pueden aparecer respuestas de ansiedad y/o depresión; a nivel biológico, por ejemplo puede aparecer fatiga, dolor; a nivel social, aislamiento y pérdida de apoyo.
De acuerdo a Lazarus, (psicólogo estadounidense pionero en el estudio de la emoción y el estrés), existen dos tipos de estrategias que podemos utilizar: dirigidas al problema, ej: búsqueda de soluciones e información; y las estrategias dirigidas a la emoción provocada (ansiedad, depresión y otras): por ejemplo, distanciamiento del problema, relajación, evitar pensar en las dificultades, ver la situación de forma positiva.
Las enfermedades normalmente exigen que utilicemos los dos tipos de estrategias. Lo importante es ser flexibles en el uso e intentar adaptarse a las diferentes situaciones que demanda la enfermedad. Ante tal demanda, exponemos algunos consejos prácticos con la finalidad de promover un afrontamiento efectivo:
  • Expresar las emociones: El miedo, rabia, tristeza, incertidumbre y culpabilidad son emociones que pueden estar presentes, mantenerlas dentro de nosotros no sirve de nada, pero hablar acerca de ellas nos ayuda a identificarlas, aceptarlas y superarlas. También escribirlas en un diario puede ser de utilidad.
  • Evaluar los pensamientos: El estado de ánimo van a depender de cómo pensamos e interpretamos los acontecimientos. El diálogo con nosotros mismo puede ayudar a desahogarnos, pero también nos ayuda a modular nuestros pensamientos y ajustarnos a la situación. Ante una situación difícil decirnos: “lo superaré, ya lo he resuelto otra veces, cada vez son más eficaces los tratamientos”, va a tener un impacto emocional diferente a si nos dejamos llevar por el fatalismo.
  • No te compares: Cada uno de nosotros tendrá una manera de afrontar y vivir el duelo por la pérdida de la salud, reaccionar ante los efectos secundarios del tratamiento y sus secuelas. Compararnos puede generar mayor culpa, por lo que es necesario darnos el tiempo necesario para digerir los sucesos.
  • Realiza actividades gratificantes: Mantener presente cuales son las actividades que disfrutamos según nuestros valores, si es importante para nosotros pasar tiempo con nosotros mismos, la familia y amigos, no olvidarlo, ya que la enfermedad no es la única área de nuestra vida y ello facilitará nuestro bienestar tanto emocional como físico.
  • Consulte las dudas con su médico: Para ayudar a promover en usted una mayor sensación de control con respecto a la situación actual, realice una lista de preguntas antes de asistir a la consulta médica. Trate de que esas preguntas sean cortas y directas, y de ser necesario tome notas durante la entrevista.
  • Promueva cambios en su estilo de vida: Cuidar la alimentación, realizar ejercicio físico de manera regular, no fumar ni beber alcohol en exceso, esto ayuda a controlar el estrés.
  • Regular la ansiedad: Hay situaciones que salen fuera de nuestro control, pero el identificarlas y regular nuestras emociones puede promover un afrontamiento más eficaz: Detecta la situación, define que puedes hacer para solucionarla y actúa.
  • Mantener contacto con los otros: Pedir apoyo cuando lo necesitemos a nuestros familiares y amigos; y mantener abierta la posibilidad de solicitar ayuda psicológica cuando sea necesario.
 Estos consejos ayudarán a sentirnos parte de nuestro propio tratamiento, y así incrementar la sensación de control y por ende nuestro bienestar.

miércoles, 14 de marzo de 2012

El curador herido


Es de importancia generar un proceso de auto-reflexión en el transcurso del camino de la ayuda a otros. Nosotros quienes estamos inmersos en esta profesión, aunque no sólo los psicólogos sino también los médicos, enfermeras, trabajadores sociales, docentes hospitalarios y todo personal que se encuentre laborando con y para quienes se encuentran en situaciones de enfermedad e incapacidad tanto física como emocional, que les toca transitar por ese duro momento vital al cual es posible que a todos nos toque de alguna manera vivir.
En esta búsqueda de respuestas, me he encontrado con variados textos que humanizan la relación de ayuda y en lugar de menospreciar nuestra propia vulnerabilidad, la integran dentro de un proceso de autoconocimiento.
Así, Brusco (1999) señala acerca de nuestras heridas, “que es el precio inevitable pagado a la existencia en un ambiente vulnerable, mientras que la curación es el proceso necesario de la vida que se renueva. El arquetipo del curador herido comporta que, ante una persona que sufre, los terapeutas del cuerpo, de la psique y del espíritu no sólo deben activar su poder de curación, sino tomar conciencia también de sus propias heridas y comprometerse en un proceso de auto-terapia.”
De esta manera, nuestras heridas pueden servirnos para tomar conciencia de la propia finitud, limitaciones y también para elaborar duelos, rupturas. Como señala Jaime Sanz Ortiz, la biografía de todos está plagada de una cantidad de pérdidas, que nos recuerdan la precariedad y provisionalidad de todo vínculo y de toda realidad.
Los duelos, las pérdidas, las limitaciones están presentes para todos y de alguna manera transformar ello en una enseñanza vital es tarea fundamental de quienes se aproximan a otros en condiciones adversas.
Este arquetipo o figura presente en el inconsciente colectivo y aparece en múltiples pasajes antiguos que sin importar nuestra creencia religiosa, podemos tomar como imagen propia.
Así tenemos el arquetipo de Quirón:
Quirón fue médico y cirujano. Sabía de música, del arte de la guerra, la caza y la moral. Es el padre de Hippo y de Thea.
Hippo vaticinó que su padre, renunciaría a su condición divina de inmortal; dicha profecía se cumplió cuando, Hércules durante la batalla en contra de los otros centauros, accidentalmente hirió a Quirón, que estaba de parte de él, pero como las flechas estaban envenenadas con la sangre de Hidra no había antídoto, aunque Quirón trató de curar su herida no le fue posible.
La herida era muy dolorosa y no podía curársela, a pesar de que Quirón era un gran sanador. El problema era que no podía morir a causa de su herida porque era inmortal; pero tampoco podía curarse. Sufría mucho porque nadie podía sanarle la herida y no podía morir, no tenía ni siquiera la esperanza de que algún día cesase su dolor con el descanso de la muerte.
Condenado a un dolor eterno. Él podía haberse amargado haciendo aún más penoso su dolor; también podía haberse entretenido con inútiles lamentaciones o dirigir su dolor y su rabia a los demás; pero no hizo eso sino que su dolor le hizo más sabio aún, le hizo aprender mucho más sobre la naturaleza del dolor, y eso le convirtió en el más grande de los sanadores de la mitología. Entonces Hércules se propuso encontrar a la Muert para liberarle. Así, encontró a Prometeo, un Titán encadenado al Cáucaso por Zeures. Cada día, un águila devoraría su hígado, que luego volvería a crecer, así hasta que alguien se apiadase de él y aceptase morir en su lugar. Quirón tomó su lugar, muriendo y liberano a Prometeo. Como recompensa por su trayectoria, Zeus colocó a Quirón en los cielos como la constelación de Sagitario.
También, el libro de Isaías presenta al siervo de Yahvé como aquel que salva a la humanidad a través de sus pr3,3). Sobre la base de estos datos, Jung habla del sanador herido como un arquetipo, es decir, una potencialidad innata de comportamiento presente en el hombre, constituida por dos polos: la herida y la curación.
Nosotros sólo al darnos cuenta de nuestras propias heridas podemos activar nuestra dimensión de curación, tanto en un proceso interno como de ayuda a quienes lo solicitan. Al trabajar las despedidas, la soledad, limitaciones espirituales, físicas y emocionales, podremos identificarlas en el otro y apreciar el ritmo de cada quien para ser curado, lo cual ayuda a respetar y a comprender de manera empática e incondicional.
El mito de Ícaro, que hace alusión al deseo de superación que engendramos cada uno de nosotros en nuestros corazones, también nos recuerda esto:
Ícaro es su búsqueda de libertad corría muchos riesgos, más allá de sus propias limitaciones. Si él volaba muy bajo, la espuma del mar podría mojar sus alas y sería incapaz de volar nuevamente, y si lo hacía demasiado alto, el calor del sol derretiría la cera que mantenía unida sus alas y caería. Y a pesar de las advertencias de su padre Dédalo, él ascendió demasiado alto, sin ajustar los objetivos a sus recursos y limitaciones.
Para una buena práctica en la relación de ayuda es necesaria la autorreflexión, evitar el bloqueo emocional de nuestra propia oscuridad, sino trabajar en la misma para convertirla en luz para nosotros mismos y para los otros.
Bibliografía:
Brusco, A. (1999) Humanización de la asistencia al enfermo. Editorial Sal Terrae.
Bermejo, C. (2009) Acompañamiento espiritual

domingo, 11 de marzo de 2012

Ser positivos ante la adversidad


Película sumamente recomendada, basada en hechos reales sobre un aristócrata herido en un accidente y un joven de los suburbios de París que le devuelve las ganas de vivir.